El dulce tintinear de las copas se repetía una y otra vez, la celebración de un
acontecimiento ocurría…el príncipe del castillo pronto sería rey. El vino en abundancia mojaba nuestras bocas llevándolas al éxtasis que acompañado de los mas deliciosos manjares puestos en una larga mesa de dos kilómetros de extensión hacían en conjunto un clímax gastronómico.
El hambre era saciada, y la gula, pecado capital se burlaba de todos los invitados, el vino se bebía y se derramaba por todo el lugar, el desmande era tremendo. En el castillo estaban toda clase de invitados, desde niños vestidos como viejos, hasta viejos vestidos como niños; había un séquito de jóvenes y virginales princesas que desfilaban graciosas y coquetas sonriéndole provocativamente al que se perfilaba como rey en corto tiempo.
El príncipe, quien al nacer había sido entregado al Dios del aire, caminaba por todo el castillo relacionándose con los invitados y escogiendo a la princesa más hermosa del lugar. Decían que dominaría los cielos logrando enviar los ejércitos del reino a través de él y así conquistar reinos lejanos para después dirigir la conquista desde fuera hacia los reinos mas cercanos, la victoria era segura.
El príncipe, a quien conocía bien por ser buenos amigos de la infancia, apenas reía encantado con el festín, y yo veía como las princesas caían seducidas ante su mirada, princesas virginales, que en realidad la mayoría no lo eran gracias a una que otra pilatuna del agasajado.
Se trataba de una princesa de abismos infinitos donde ver o estar ciego no hacía diferencia, ambos abismos se posaban sobre la tez más blanca nunca imaginada llena de tranquilidad y confianza, que remataba en un centro de sorpresas, de verdades, de toneladas de cariño y lujuria. Todo delante de la más grande de las mentes, de un tamaño imposible para ser contenida en una bóveda tan pequeña, uno de sus misterios.
Viviría mil vidas por entender su misterio, por descifrar la combinación, perderme en sus abismos por siempre, alcanzar su mente y unirla con la mía, hacernos invencibles en el otro...viviendo su vida y ella la mía, viviendo la nuestra...aunque en realidad vida no querría pues terminaría, preferiría la muerte eterna que nos diera siempre para tenernos y disfrutar cada segundo el misterio de sus abismos, para sentir el vértigo que producían en aquel momento cuando me miraban.
Sabíamos que nos pertenecíamos, no nos habíamos visto, pero nos conocíamos de siempre, nuestras mentes habían estado unidas desde mucho atrás en alguna especie de vínculo virtual. Ella me miró nuevamente a los ojos haciéndome caer en sus negros abismos, levantó su mano lentamente y rozando ligeramente mi oreja quitó la máscara que cubría mi cara, me tomó de la mano y caminó delante de mí halándome con seguridad.
Atrapado nuevamente en el hechizo de sus negros abismos, la contemplaba y veía como en ella convivían inexplicablemente la inocencia de la niña que aún era y la más insondable de la lujuria jamás conocida, ni siquiera en aquellas infortunadas mujeres de dudosa reputación que complacían en las noches al príncipe y sus amigos.
Como imanes, nos acercamos el uno al otro, entrelazándonos en un eterno beso anhelado por siglos, desesperado, curioso, conociéndonos. Sus manos pequeñas acariciaban mi cara como dibujándola en la mente de quien no puede ver. Mis manos en su cintura recorrían su silueta y desataban los nudos de su flamante vestido. El lazo que remataba su espalda donde se pronunciaba la más hermosa de sus curvas cedía complaciente ante mis manos, como si yo mismo lo hubiera atado. Ella soltaba cada botón de mi chaleco con facilidad asombrosa, su vestido se abrió y cayó hasta su cintura, y mis manos con una suave caricia sobre sus hombros hacían que también cayera la seda que escondía su piel.
La temperatura en el lugar había aumentado y se hacía insoportable, las llamas de las antorchas en las paredes nos miraban atemorizadas, nuestros cuerpos danzantes desprendían su propio calor, su propia luz. La suavidad de su piel y de sus carnes era infinita y me sometía a su voluntad, su mirada que alternaba entre ternura y lujuria como si se trataran de dos personas al tiempo me alentaba a continuar.
Justo cuando el fuego peligrosamente amenazaba mi vida, ella abrió nuevamente sus abismos quienes apagaron todo de repente, inclusive las llamas de las antorchas y quedamos en la mas profunda de las oscuridades.
Mi cuerpo casi sin vida reposaba sobre ella al igual que mi semilla en su fecundidad la cual daría fruto de nuestro fugaz amor y de donde nacería el próximo guerrero que conquistaría el mundo y lo convertiría en un solo reino.
Cerré mis ojos y morimos juntos por esa noche.
I feel like u are talking about me(pequena mujer...)you mande me flyyy. excelent Blog
ResponderEliminarhere I go again, reading your blogs with passion and anticipation. Outstanding writing and beautiful usage of words to describe an extraordinary night, a night that as you present, sounds as magical and beautiful as a night can ever be. You make me feel as if I was there, ready to be that person, the way you capture your emotions, and make others want to be the one whom you talk about. I feel that emptiness inside, that knot in my throat, which is a sign of how great it is...
ResponderEliminarLo imagino todo oriental, huele a canela, el aire es denso, ella tiene una fuerza insospechada, y por lo hipnotizante de toda la escena sospecho que estan bajo la influencia del hachís...
ResponderEliminarexquisito, sensual y sorprendente, mágico, y alentador. Ojalá tuvieramos más de esas pasiones arrebatadoras, y que de ellas naciera amor, amor amor
ResponderEliminarluis....lo que escribiste me gusto mucho en verdad es lindo ..asi como tu...supongo que el principe eras tu,parese que te enamoraste..
ResponderEliminarEs extraordinariamente Magico, el destello de imaginacion, que envuelve el sentir de tus pensamientos resumidos en este escrito, me encanto !!
ResponderEliminarTe gusta leer de Ángela Becerra.
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