El dulce tintinear de las copas se repetía una y otra vez, la celebración de un acontecimiento ocurría…el príncipe del castillo pronto sería rey. El vino en abundancia mojaba nuestras bocas llevándolas al éxtasis que acompañado de los mas deliciosos manjares puestos en una larga mesa de dos kilómetros de extensión hacían en conjunto un clímax gastronómico.
El hambre era saciada, y la gula, pecado capital se burlaba de todos los invitados, el vino se bebía y se derramaba por todo el lugar, el desmande era tremendo. En el castillo estaban toda clase de invitados, desde niños vestidos como viejos, hasta viejos vestidos como niños; había un séquito de jóvenes y virginales princesas que desfilaban graciosas y coquetas sonriéndole provocativamente al que se perfilaba como rey en corto tiempo.