Tibio...muy tibio...rápido...acortado al final...paroxístico...casi un gemido, martillaba una y otra vez cual metrónomo, rítmico y progresivo; su aliento cosquilleaba en mi oreja llevándome al borde del abismo, en una posición incómoda estábamos en aquel pequeño lugar. Por la ventana veía pasar miles de meteoros encendidos en fuego que parecían adornar la oscuridad eterna de fondo.
Ay!, se salió de mis labios al golpear mi cabeza con el techo al arquear mi espalda para erguirme en el eterno éxtasis, definitivamente era incómodo, pero nada importaba. Sus ojos, felices, ingenuos pero experimentados al mismo tiempo, negros, vacíos como la noche y curiosos como los de un niño, su sonrisa constante como tatuada en su cara era una combinacion de placer felicidad y burla. Mis manos de siete dedos cada una recorria lentamente aquel cuerpo, delgado, usado, pero muy placentero, cada pequeña célula en cada una de las yemas de mis catorce tentaculos se disfrutaba cada milimetro de su piel trigueña.